El cementerio de las palabras olvidadas

Nacieron en boca de nuestros ancestros alrededor de un fuego o en algún momento de nuestra supervivencia como especie. Como todas las palabras, a lo largo de los siglos fueron talladas cual piedras, adquiriendo su forma única. Tomaron gran lustre al ser encarnadas en caracteres, y su edad de oro fue una vida próspera en cultura. Fue cuando creyeron que serían inmarcesibles. Qué equivocadas estaban.

En el jardín de las palabras florecían muchas, todos los días. Pasado un tiempo la predilección del humano por los neologismos fue dejando a un lado a las más antiguas. Perdían la batalla, arrinconadas progresivamente en los diccionarios de arcaísmos para luego ser defenestradas. En el tribunal del uso las acusaron de no ser suficientemente empleadas y posteriormente de innecesarias, discriminadas por infrecuentes en el habla y en los libros, y apenas pronunciadas por el grupo etáreo senil. 

Ya tenemos un cementerio pletórico de criaturas que crece cada año. Ni siquiera el establecimiento de una institución lingüística  en su defensa puede salvarlas de la hecatombe. Acá en los diccionarios de este 2022 ya no figuran, y muchas están en fila, agraviadas con la marca desus. a su lado.

Cómo les gustaba ser locutadas, trazadas, pero sobre todo sumergirse en las mentes y crear nuevas conexiones neuronales, redes de pensamientos. Despertaban a las neuronas aletargadas y las llevaban a una danza divina entre sí, en inflexiones que las llenaban de vida. A muchas mentes lectoras les agradaba sobremanera sentir ese fortalecimiento y desarrollo por las nociones que les llegaban al simple contacto con ellas. Los más aguzados podían comprobar el nacimiento de nuevas células e incluso ver alejarse un poco la fecha de su fenecimiento. La mayoría de los hablantes, por el contrario, gustaban de ir por ahí pronunciando sin corrección, y ya vemos lo que ha venido pasando… 

Que a hombros del emoticono y de las palabras comodines, en este siglo se ha visto a muchos por ahí simular ser inteligibles y cultos.

Mis amadas palabras  marchan silenciosas a la tumba llamada arcaísmo, de la cual no despertarán jamás. Es cierto que van naciendo nuevos vocablos, pero qué criaturas tan cortas y tan sin historia. Sin complejidad, a veces son turistas o forajidas de la corrección. Adolecen de elegancia y son monótonas en su pronunciación. Meros vehículos. Lo peor es lo inexpertas que se muestran en cultivar el intelecto de quien las usa. Esas bastas herramientas sin encanto ni sonoridad tienen además el poder de alejarnos de las palabras verdaderas, las de los libros y de las conversaciones ilustradas.

Ya hemos despedido luctuosamente  sustantivos, adjetivos y partículas, ahora sepultadas bajo tierra de anticuarios o de paleo lingüistas que las evocan y analizan como osamentas que son. Ellos no pueden despertarlas en ese acto de necropsia, pues su soledad es la orfandad en la gramática viva. Gran parte de ellas se resistieron a sucumbir a fenómenos como la metátesis, la palatalización, iotización, yeísmo, lambdacismo, rotacismo, glotización, elisión… otras viven todavía, aunque un poco mutiladas. Por ejemplo fierro y agora sobreviven como hierro y ahora.

Nada podemos hacer por las palabras que ya hemos dejado de escribir o articular. Ay de su memoria, que podría salvarlas, pero no bastará con que unos locos por ahí les pronuncien o tracen. Las recordamos como extensas, pretenciosas, y es que ellas, hijas de su tiempo, no pueden ocultar sus florituras, su perfume y rimbombancia. Faltaba más, cuentan con cierta edad y anhelan revivir antiguas glorias. No les pidamos que sean al estilo de esas enjutas, anoréxicas, vaciadas de contenido de agora. Suficiente ha sido con haberse visto avasalladas por las voces impostoras que niegan que en efecto existieron, al igual que los objetos que nombraban.

Sshhh… escuchen… parece que la lectura ha hecho respirar a alguien. Era ilusión. Son términos que solo claman en fábulas y en prosas ininteligibles como esta. Nadie trae flores al cementerio de las palabras olvidadas. Empero, dizque existe una profecía muy rara: algunos arcaísmos, al ser palabras desconocidas, están siendo usados de nuevo al ser vistos erróneamente por gente ignara como supuestos neologismos. Es asaz impresionante. De existir, llamémoslas zombis.

Notas:

Si te ha parecido que en este artículo hay muchos arcaísmos, te comento que son solo unos cuantos en realidad: lo que más abunda son palabras que mucha gente desconoce y por consiguiente se están dejando de usar. Así empezó todo.

Al leer literatura de calidad, aprendemos nuevas palabras, si estas por fortuna nos hacen recurrir al diccionario, ahora más accesible que nunca: https://www.rae.es. A mí me fascina aprender cada día una palabra nueva. Eso alimenta mi oficio. Suelo guardarlas en un listado para usarlas en próximas narraciones. A veces pienso que utilizo unas cuantas palabras “raras” en mi libro de relatos Gente de signos (ustedes qué opinan).

Como anécdota, existe una palabra que decía mi abuela y que nunca se la he oído a nadie más: pretil, que es un “muro protector de poca altura … o en el borde de una terraza, balcón, etc…”. El pretil de mi casa rodeaba una escalera y en él se colocaban macetas con plantas. La búsqueda de ese término en la página de la RAE no produce resultados. En cualquier caso, ese pretil es una imagen que guardo nítidamente en la memoria.

Si lo deseas, coméntame sobre arcaísmos que conozcas, para añadirlos a mi lista. Gracias por leerme y hasta un próximo artículo.

4 comentarios en “El cementerio de las palabras olvidadas”

  1. Conmovedor texto de Inés González, sentí casi la mudez de nuestros tiempos, dónde la tertulia se ha ido desvaneciendo como las lectura y la reflexión… ¿Seguirán naciendo palabras nuevas, la mayoría metálicas, frías? ¿Con qué arrullaremos a nuestros niños y escriremos nuestras carta de amor, tristeza o alegría? ¿Bastará un emoticón para acallarnos y y sustituir a la poesía? Yo también uso emoticones, lo confieso pero escribo, y la verdad que ellos arrinconan mis palabras, me las roban… Y yo me dejo, a veces, atropellar porque me justifica -falsaria justificación- el azore… También me dejo seducir por ese lado lúdico de los figuras que se imponen a las palabras que van feneciendo…
    Y de verdad Inés, comparto tu preocupación porque ya es mía y porque la RAE no solo las pasa a cuchillo sino que acepta aquellas que apenas nacen sin madurar en la boca de los hablantes. ¿Qué sucede? El hombre es hombre por el verbo… Y como también decía mi madre: ¿A quién conviene eliminar algo? Quizás a aquellos que odian el pensamiento…
    Gracias por tu extraordinario texto, Patricia

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